¿Son los niños mediante sus juguetes capaces de mostrarnos el carácter y valores de su sociedad? ¿Son capaces de hacernos recapacitar y pensar sobre el mundo en el que vivimos? La fotografía del fotógrafo Gabriele Galimberti con su proyecto Toy Stories creo que consigue que hagamos esta magnífica reflexión.
Si Gabriele Galimberti hubiera venido a visitarme a mis 6 años, rodeada de mis juguetes favoritos, habría visto lo siguiente: un montón de muñecas, carritos de paseo para mis muñecas, una cocinita, una pizarra… Estoy segura que todos recordamos nuestros juguetes de la infancia. Aunque seamos incapaces de recordar los nombres de nuestros profesores de primaria. De hecho, cuando a Galimberti se le ocurrió la idea de fotografiar a los niños del mundo con sus juguetes, no esperaba descubrir algo que no supiéramos: los niños adorando sus dinosaurios, coches y muñecos de peluche… Sin embargo… su conclusión después de sus 18 meses de trabajo en el proyecto es «Ellos solamente quieren jugar».
Sin embargo, el juego de los niños puede revelar mucho… «Los niños ricos son más posesivos. AL principio no quieren que nadie toque sus juguetes» dice el italiano, que a menudo antes de realizar las fotografías se reunía con los niños para arreglar los juguetes. «En los países pobres era mucho más fácil». Incluso si solamente tenían dos o tres juguetes. «En África, los niños mayormente juegan con sus amigos fuera».
Sin embargo, a pesar de las diferencias, hay similitudes. Gimberti habla de conocer a un niño de seis años de edad, en Texas, y una niña de cuatro años en Malawi que ambos mantuvieron que sus dinosaurios de plástico podía protegerlos de los peligros que creían que les esperaba durante la noche – de secuestradores y animales venenosos, respectivamente.
Más común era cómo los juguetes de cada niño reflejan el mundo en el que ha nacido: por lo que el chico de una familia de Bijing rico adora el monopoli, porque le gusta la idea de la construcción de viviendas y hoteles, mientras que el niño rural de México adora los camiones, porque los ve retumbando a través de su pueblo a la plantación de azúcar todos los días.
En última instancia, los juguetes expuestos revelan la esperanza y ambiciones de las personas que las compraron. «Al hacer esto, he aprendido más acerca de los padres de los niños» dice Galimberti. No era la madre de Letonia que conducía un taxi para ganarse la vida, y que colmó a su hijo con coches en miniatura; el agricultor italiano cuya hija muestra con orgullo sus rastrillos de plástico, azadas y palas. Padres de Oriente Medio y Asia, que empujaron a sus hijos a ser fotografiados aunque no quisieran, mientras que los padres de América del Sur fueron «muy relajados y me dijeron que podía hacer lo que quisiera, siempre y cuando su hijo estuviera bien».
Con la excepción de los juegos de ordenador, se dio cuanta de que los juguetes no han cambiado en los últimos tres decenios. Y hay algo tranquilizador al respecto «A menudo me encontraba con juguetes que solía tener» dice «Fue agradable volver a mi infancia de alguna manera».
Esta galería es un trabajo que nos invita a pensar acerca de las comodidades que tenemos y cómo se va formando el interés por bienes costos conforme crecemos. ¿Qué te parece?
Julius, Lausanne, Suiza
Tyra, Stockholm, Suecia.
Watcharapon, Bangkok, Tailandia.
Naya, Puerto Viejo de Talamanca, Costa Rica.
Abel, Nopaltepec, México.
Maudy, Kalulushi, Zambia.
Allenah, El Nido, Filipinas.
Mikkel, Bergen, Noruega.
Arafa y Aisha, Bububu, Zanzibar.
Shotaro, Tokyo, Japón.
Sofia, Avon, Inglaterra.
Enea, Colorado, EE.UU.
Chiwa, Mchinji, Malaui.
Pavel, Kiev, Ucrania.
Niko, Homer, Alaska.
Taha – Beirut, Lebanon
Noel – Dallas, Texas.
Tangawizi, Keekorok, Kenya.